Comenzaré mi andadura comentando una novela que he acabado recientemente y que me ha encantado. La verdad es que ha sido una sorpresa, pues llegaba a ella sin expectativas, sin demasiadas esperanzas, y me he encontrado un novelón en toda regla,un libro que debe ser leído por todo amante de la novela negra.
El libro en cuestión es "Que se levanten los muertos", de la escritora francesa Fred Vargas.
Fred Vargas, la señora con aspecto de no haber pasado muy buena noche de la fotografía, es una escritora atípica y autodidacta. Su verdadero nombre es Fréderique Audoin-Rouzeau, y usa este pseudónimo, el de "Vargas", porque su hermana, la pintora Jo Vargas, lo escogió antes que ella en honor al personaje que interpreta Ava Gardner en "La condesa descalza", María Vargas, y cuando decidió dedicarse a la literatura le pareció que sonaba bien. Arqueozoologa e historiadora, hija de un escritor surrealista amigo de Breton, hermana de un historiador especializado en la Gran Guerra (todas estas cosas se muestran y mucho en sus novelas), tímida en exceso (tanto que no firma autógrafos), ecologista y poseedora de un negro sentido del humor, dice que escribe novela negra por diversión, porque le gusta, y porque "la novela policiaca deriva de la literatura épica". Autodidacta, cita entre sus influencias literarias a Proust y Rousseau, a Conan Doyle y a Agatha Christie. Cómo veis, todo un personaje. A parte de esta de la que nos ocupamos, y las de la saga que la conforman, también ha escrito una serie de novelas sobre el inspector Adamsberg. Poco a poco, tras quedarme impresionado con esta que nos ocupa, me haré con el resto.
La novela en cuestión es la primera de una serie de tres, conocida como "la serie de los tres evangelistas", ya que las tres poseen en común a un peculiar trío de jóvenes historiadores que habitan un viejo caserón y que están "con el agua al cuello". Marc Vandoosler es el reflexivo, un historiador medievalista, un personaje que duda de todo, que se deja llevar por sus emociones y sus instintos, idealista, aficionado a vestir de negro y a llevar pesados anillos de plata. Lucien Devernois es el cínico y vehemente, en ocasiones parece bipolar, un experto en la Gran Guerra que habla como si estuviese en ella y viste siempre con corbata, y su especialidad son las frases geniales y lapidarias. Y queda por último Mathias Delamerre, el grandullón cazador recolector, parco en palabras pero generoso y honrado en sentimientos, un arqueólogo que lleva siempre sandalias y rara vez va vestido, y cuando va su atuendo no es el mas adecuado. Estos tres curiosos personajes viven en el caserón con el tío de Marc, Armand Vandoosler, un ex-policia sesentón apartado del servicio por corrupto, epicureo, caprichoso y seductor, que les echa una mano en sus investigaciones. Cada uno ocupa un piso del caserón en función de la época que estudian, Mathias el primer piso, Marc el segundo, Lucien el tercero y Armand el cuarto. El nombre de "Los tres evangelistas" se le ocurre a Armand una noche al verlos a cada uno en una ventana, a modo de hornacina, y pese a que a ninguno le gusta demasiado ese nombre, sobre todo a Marc, es con el que se quedan.
La trama comienza del modo mas trivial posible. Un árbol, concretamente un haya, que aparece plantado de la noche a la mañana en un jardín. Ahí arranca la historia. La propietaria del jardín, la cantante de ópera, Sophia Simeónidis, pide a los tres historiadores, sus vecinos de enfrente, que por favor caven debajo del árbol a ver si hay algo raro, ya que está sumamente preocupada por tan extraña aparición. Más tarde, Sophia desaparece misteriosamente. Ese es el inicio de una serie de extrañas y surrealistas situaciones que tiene como protagonistas a estos curiosos personajes y a los vecinos y a algunos de los familiares y amigos de la desaparecida. No voy a spoilear nada de la trama, creo que no le haría ningún favor al libro, pues lo mejor es leerlo.
Vargas es una gran escritora, domina innatamente en arte de la intriga, eso se nota. Aparentemente va dejando caer subtramas y personajes que aparentemente no tiene ninguna relación clara con la trama original, y lo hace de modo moroso, aunque se lee por el contrario con una fluidez increíble. Los mas nímios detalles son de una importancia vital en ésta novela, y a ellos la autora le concede gran protagonismo, y en ocasiones la trama avanza y se nos presenta rozando lo imposible y lo surreal. Pero todo esto forma parte del truco, como diría un mago, todo esto nos prepara para el gran efecto final, para lo inesperado, pues conforme vamos leyendo, los cabos, por lejanos que estén, comienzan a atarse y la madeja se teje y comienza a tomar sentido hasta que te preguntas como es posible no haberte dado cuenta antes, haciendo que la trama cobre rítmo hasta llegar al desenlace final. Lo dicho, sólo un gran escritor mostraría este dominio.
La caracterización de los personajes es soberbia, cada uno se define perfectamente con sus actos y sus palabras, y la galería de secundarios es inolvidable, alguno de ellos, como el inspector Leguennec, bien merecerían una saga para ellos solos. La prosa de Vargas es cuidadosa y fluida, no es rebuscada aunque no es en exceso coloquial, sólo cuando hace hablar a algunos personajes. Ahí está, a mi parecer, lo mejor de esta autora. El diálogo lleva básicamente el peso de la acción, y cuando cada personaje abre la boca vemos claramente su fondo, su personalidad. Desde las frases sencillas, quasi monosilábicas con que Mathias habla, pasando por el lenguaje militar de Lucien, el tono manipulador de Vandoosler, el tono de libro de historia que usa Marc, los aparentes nervios de Juliette, las frases grandilocuentes y en ocasiones poco apropiadas de Sophia, el tono burgues y burocrático de su marido, las formas bruscas de Leguennec y la melancolía que en ocasiones muestra Lex, todo, da un retrato perfecto de los personajes de la trama. Y los gestos, esos gestos, como la manía de Mathias de cortar pan cuando está nervioso o de Lucien por limpiar en los momentos de máxima tensión, o como Marc necesita correr para aclarar sus ideas. Vargas conoce a sus criaturas perfectamente, porque son remedo de gente que ella conoce, como su hermano o ella misma, y nos muestra su alma, con claroscuros, aunque con un sutil toque de banalidad y cinico surrealismo.
En definitiva, una gran novela.
Es fácil encontrarla. A Fred Vargas la edita Siruela en España, aunque sus libros están casi todos en bolsillo editados por Debolsillo a un precio que hace inevitable, cuasi criminal, el no leerlos.
Un saludo.
Hola Voro,
ResponderEliminarMi opinión es totalmente opuesta a la tuya, Vargas me parece una mala escritora, sus personajes unos cretinos y la novela una pesadilla. Hay una buena polémica montada en mi blog y me gustaría que te pasaras a defenderla.
Gracias,
Alice